Ordenada por S.S. el Papa Pío XI, 11 diciembre de 1925.
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar. Vuestros somos y vuestros queremos ser; y a fin de poder vivir mas estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón. Muchos por desgracia, jamás os han conocido, muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Sacratísimo. Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles, que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no padezcan de hambre y de miseria. Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Conceded, oh Señor, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz: Alabado sea el Corazón divino causa de nuestra salud; a Él se entonen cánticos de honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
5 años de indulgencia.